jueves, 30 de mayo de 2013

La vida en el desierto de Bayuda

La simple contemplación del desierto de Bayuda impresiona desde la distancia e impone de manera sobrecogedora cuando uno se adentra en sus dominios. Está al norte de Khartoum y constituye la parte oriental del desierto de Sáhara. Se sitúa en el gran meandro que hace el río Nilo entre la 4ª y la 6ª cataratas.  



Enfrentarse al desierto siempre es tarea delicada, incluso aunque sea momentáneamente. Pretender vivir en él es una locura, es arrastrar la existencia hasta el límite del abismo, arrimarla diariamente al borde del precipicio y hacerla que se tambalee peligrosamente. De ahí al caos absoluto hay unos milímetros. Las condiciones de vida en el desierto son extremas. Prácticamente no hay nada para llevarse a la boca, el agua es difícil de conseguir y la vegetación muy escasa. Una situación enormemente delicada. Es preciso trabajar muy duro, ser muy hábil y contar con la complicidad de los dioses para superar la hazaña de poder comer todos los días.





Para hacerlo más complicado, las pocas plantas existentes en el desierto han desarrollado sus propias defensas para protegerse y no ser comidas. O bien desprenden un olor repulsivo o bien están cubiertas de espinas. Mal asunto. Por otra parte, los pocos animales que viven en el desierto son prácticamente invisibles. Se mantienen escondidos durante el día a fin de no gastar energía y preservar así en la medida de lo posible la humedad de su cuerpo para poder sobrevivir.

Sin embargo, por increíble que parezca, en Bayuda hay gente que consigue hacer del desierto su hogar. La fórmula, dicen, es sencilla. Se trata de exprimir la nada hasta conseguir sacarle lo que no tiene.




En el interior del desierto de Bayuda tribus seminómadas se mueven en el filo de la dificultad extrema para lograr superar el reto de subsistir en medio del inmenso mar de arena. Persiguen con ahínco inimaginable la proeza de conseguir un milagro diario. Y lo curioso es que el éxito les acompaña. Se desplazan de un lado a otro con su ganado en busca de alimentos. Sólo la fe y una bien curtida experiencia les permite triunfar. Cuando encuentran una zona adecuada se instalan en toscas casas de adobe que construyen o en chozas rudimentarias hechas con varas de madera sobre las que ponen esteras, pieles de camello o cabra y telas. En ellas se guarecen para sobrellevar los rigores de una climatología tan severa como inevitable.





El gran problema del desierto es la escasez de agua. Las altas temperaturas y la ausencia de agua hacen imposible la subsistencia. Por suerte, en Bayuda la esperanza no está a mucha profundidad. Se puede encontrar el agua milagrosa unos metros por debajo de la arena ardiente. Hay algunos pozos estratégicamente repartidos. Siempre que pueden los nómadas tratan de instalarse en las proximidades, aunque en ocasiones tienen que desplazarse cada pocos días desde muchos kilómetros con sus burros para poder acceder al preciado líquido.



Se mueven por el desierto durante meses bajo un sol implacable en busca de sustento, con asnos, ovejas, cabras y camellos. La burra es el animal más codiciado. Se utiliza como montura, como bestia de carga para transportar agua y se ordeña para obtener leche.



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